12 July 2006

Rosarito, los rateros y la Migra


Tras acabar mi doctorado quise liberar toda la tensión acumulada en los años en USC y decidí centrarme en disfrutar de la vida. Estuve viajando varios años. Primero, en el 2006, me pasé unos meses viajando, mochila en ristre, por México. En realidad, circunstancias ajenas a mi voluntad lo forzaron. Nada más cruzar a México, un ratero me robó una mochila con mi portátil. Casualmente pudimos identificar al chorizo: Jaime Pimentel. Así que pensaba que sería fácil recuperar mi ordenador. Sin embargo, en seguida el ratero se lo llevo a un traficante 'clandestino' de droga, para venderlo por doscientos dólares de marihuana. Chávez, el traficante, no formaba parte del cártel, de modo que se metía en un lío muy gordo si los 'jefes' se enteraban que les estaba haciendo la competencia vendiendo droga. Que yo anduviera levantando polvo con la tontería mi portátil, no le hacía ninguna gracia. La madre de Pimentel quería sacar a su hijo del lío, así que me dijo que llamaría a un 'amigo' que tienen en los Judiciales, para que convenciese a Chávez de devolver mi portátil. En aquel momento no lo entendí, pero la madre insistía que ella sabía bien los 'trapicheos' que se traía Chávez y amenazaba con cantar si él no me devolvía el ordenador. Lo cierto es que cuando el Judicial me llevó a la casa de Chávez, éste ya se había metido bajo tierra...

Entonces, acudí a los Judiciales a denunciar el caso: me asignaron a los agentes Castillo y Rubalcaba. Tal cual funcionan las cosas en México, es fácil hacerse rápido amigo de los Judiciales. Sin embargo, eso no significa que vayan a hacer nada útil por ti. Tras un par de semanas terminé por darme cuenta y decidí darme por vencido y regresar a Los Angeles. Entonces, las cosas terminaron de complicarse. El oficial estadounidense de inmigración me preguntó: "A dónde vas?". "A Los Angeles". "Cuál es el motivo de tu viaje?". "Turístico. Quiero viajar. Tengo planes de ir a Yosemite, Yellowstone, Glacier NP". "Dónde tienes pensado pasar la noche de hoy?". "En mi apartamento en Los Ángeles". "Pero bueno!, desde cuándo un turista tiene un apartamento en Los Ángeles?". "Pues desde que llevo diez años viviendo como estudiante en Los Ángeles". "Bien, bien, eso se lo explicas a mi supervisor. Pasa para acá.". Lo siguiente fueron un par de horas de duro interrogatorio, que acabó, ya entrada la noche, con la decisión tajante de prohibirme la entrada en Estados Unidos. Tuve que darme la vuelta y regresarme a Tijuana. Aquello fue muy duro.

Las siguientes semanas las pasé de nuevo en Rosarito, tratando de recopilar documentación que me permitiera demostrar a la migra que estaban equivocados, y esperando a que los Judiciales se decidieran a recuperar mi portátil. La historia es apasionante y me encantaría poder contárosla con detalle. Fue una experiencia impresionante, que me permitió aprender muchísimo de México, Estados Unidos y la vida misma. Sin embargo, la historia es demasiado larga como para que tenga sitio en este pequeño resumen: apenas he comenzado la narración e incluso he tenido que resumir y omitir algunos detalles jugosos de las dos primeras semanas. Dentro de poco terminaré de escribir la historia completa!

Tuvieron que pasar varios meses antes de que pudiera regresar a Estados Unidos. Para entonces, mis desventuras en México y mis problemas con la inmigración estadounidense, habían provocado que perdiese mi apartamento en Los Ángeles. En aquel momento comprendí que mi estancia en Estados Unidos iba a ser cada vez más complicada y me quedaba ya poco tiempo en ese país.



Recordé entonces la promesa que me había hecho a mí mismo diez años antes, al llegar por primera vez a Los Ángeles. Recordé como de pequeño disfrutaba viendo los dibujos animados del oso Yogi y me quedaba fascinado con la belleza de aquellos paisajes: los bosques americanos, las montañas, los lagos de azul profundo, los picos nevados. Me prometí que si iba a vivir varios años en Los Ángeles, que menos que encontrar alguna vez la oportunidad para visitar Yellowstone. Sin embargo, en la universidad no me dejaron respiro y, además no tengo permiso de conducir. Puesto que en Estados Unidos, en general, y en el oeste, en particular, apenas hay transporte público, se hacía muy complicado llegar a un sitio tan remoto como Yellowstone. Sin embargo, dado que yo soy muy cabezón, decidí comprarme una bicicleta y tomarme el tiempo que fuera necesario para viajar a Yellowstone. De hecho, decidí recorrerme el oeste en bicicleta, visitando Yosemite, Yellowstone, Glacier, etc.

Mi aventura en bicicleta se extendió por dos años, durante los cuales me volvió a pasar de todo. De nuevo me quedo aquí sin espacio para contaros más detalles, pero te invito a que le echéis un vistazo a nuestro blog. En estos últimos años, apenas he encontrado tiempo para plasmar sobre el papel más de un par de historias, pero en nuestro blog encontraréis aventuras que seguro os sorprenderán:


En la fase final de mi viaje por Montana, conocí a la que hoy es mi mujer: Alía. En aquel momento tenía, de nuevo, problemas (esta vez de los gordos, gordos...) con la inmigración estadounidense, así que nada más casarnos tuve que salir del país. Como soy un poco raro, en vez de volar a España, cruce hacia México para viajar un poco más por ahí. Meses más tarde, mi mujer se reunió conmigo en Ciudad de México. Continuamos viajando, de nuevo mochila en ristre, por Centroamérica. Pero yo sufrí una infección (blefaritis) en mi ojo bueno cuando estábamos en Costa Rica, de modo que volamos para Madrid.

Estuvimos 'pegándonos' dos años para conseguir el permiso de trabajo en Estados Unidos. Ese tiempo lo aprovechamos para viajar por Europa, durmiendo en nuestro coche y, fundamentalmente, con gente local que contactábamos a través de CouchSurfing.org.